NO AL GOLPE CIVICO MILITAR EN HONDURAS
La clase obrera y el pueblo deben frenarlo
En Honduras hemos asistido a un golpe dado contra el presidente elegido por el pueblo para un mandato de cinco años -2005/2010-.
Nosotros, por principio, estamos en contra de toda interrupción de un mandato de un presidente o de un de gobierno, hecho por la fuerza sin la participación de la clase obrera y el pueblo, los únicos que pueden hacerlo sea por la forma que fuere, y porque, en definitiva, las razones últimas de todo golpe son frenar a la clase obrera y popular en su accionar de liberación y reivindicación y liquidar las conquistas que hayan logrado.
Desde esta definición repudiamos el golpe y apoyamos la posición de la mayoría del pueblo de Honduras, de que se vaya el “espurio presidente” Roberto Micheleti –que era presidente del Congreso- quien asumió la presidencia en reemplazo del derrocado José Manuel Zelaya Rosales y de que este vuelva a asumir el cargo.
El de Zelaya se trata de un gobierno burgués al estilo de los que están floreciendo en América Latina: sirven a los mismos intereses imperiales y burgueses, pero se cubren de un manto populista con sus discursos y sus tibias medidas “progresistas”. No hay ningún gobierno de izquierda ni en América Latina ni en el mundo, si por izquierda entendemos el impulsar una política de un cambio de fondo en la relación de fuerzas entre las clases dominantes y la clase obrera y el pueblo explotados y oprimidos, a favor de estos últimos. Si a estos gobiernos, con dos o tres medidas tibias en lo democrático y lo económico y social, los llamáramos de izquierda, al gobierno de Perón en su primera presidencia de 1946-52, deberíamos denominarlo bolchevique.
José Manuel Zelaya Rosales venció en las elecciones de 2005 con un discurso centrista y lo mantuvo durante casi dos años hasta que, en 2007, cambió su discurso y se colocó al amparo de Hugo Chavez para resolver el problema del combustible que asfixiaba la economía hondureña, recibiendo también financiación para sus planes sociales y enfilándose en el bloque bolivariano.
Con unas pocas y muy tibias medidas, además del discurso populista, se granjeó el apoyo de gran parte de la población, y, quizá por sugerencia de Chávez, que pretende que no haya cambios gubernamentales que hagan peligrar sus inversiones y aportes, comenzó a diseñar una forma de lograr continuidad al fin de su mandato. Dado que la Constitución de Honduras no permite la reelección, convocó a una consulta popular no vinculante como para que en las elecciones de Noviembre de este año se agregue el tema de una reforma constitucional –la “cuarta urna”-.
Esta fue la ocasión para que la mayor parte de la patronal, encabezada por la Conferencia Episcopal hondureña, que no gustaba de las medidas populistas de Zelaya y su inclusión en el campo Chapista, lograra su destitución por intermedio del Congreso y la Corte Suprema de Justicia, que ordenaron al ejército que lo desalojara de la casa de gobierno y lo deportara a Costa Rica.
Es decir que, al revés de lo que ocurre generalmente en los golpes, en los que los militares actúan por sí mismos, como un partido militar, aunque siempre representando los intereses imperialistas y con el apoyo de las patronales y partidos opositores, sobre lo cual los argentinos podemos dar cátedra, en este caso fue la burguesía y sus instituciones las que manejaron el asunto, y el ejército cumplió la tarea encomendada y luego salió a reprimir al pueblo movilizado en contra del derrocamiento.
Este golpe ha provocado el rechazo de la mayoría del pueblo que se viene movilizando desde el primer minuto, y en esas movilizaciones participan sectores de clase media, obreros, estudiantes, y también partidos de la izquierda.
Las centrales obreras, la Coordinadora Nacional de Resistencia Popular (CNRP) y el Bloque Popular han convocado a la huelga general.
El conjunto de los países latinoamericanos rechazó el golpe y exigió la reposición de Zelaya en la presidencia.
Vía la OEA se armó un operativo de acompañamiento a Zelaya en su regreso a Honduras que fue abortado por los militares que impidieron el aterrizaje del avión en el que viajaba.
Parecería que el gobierno yanqui estaría a favor del retorno de Zelaya. El martes 7 de julio, Hillary Clinton se reunió con él en Washington. De allí surgió la sugerencia de que el presidente de Costa Rica y Premio Nóbel de la Paz, Oscar Arias, oficiara de mediador, pero la ronda de encuentros de delegados de Zelaya y de Micheleti no dio ningún resultado positivo, y Zelaya sigue prometiendo que volverá a Honduras, para lo que pide la ayuda de Washington y que el pueblo hondureño siga movilizándose.
Vemos que Zelaya no sólo no representa una verdadera salida para las necesidades de la clase obrera y pueblo hondureños, sino que su fin último en la convocatoria a la consulta para una reforma a la Constitución –tan reaccionaria que no la contempla en su contenido y que y que permitió el justificativo “legal” del golpe- era su reelección. Esto tiene todavía un final abierto, pero para que sirva a las masas y justifique su sacrificio en las calles enfrentando a la represión, nosotros compartimos las propuestas de la declaración Libertad, Socialismo y Revolución (LSR-CIT) de Brasil: “Tenemos que trabajar para que la acción golpista se revierta en una radicalización de la lucha de los trabajadores más allá de las reformas moderadas del gobierno de Zelaya, superando los límites del sistema político burgués y avanzando en una dirección verdaderamente democrática, anticapitalista y socialista”.
“• Todo el apoyo a la resistencia de los trabajadores y el pueblo de Honduras en contra del golpe de Estado!
• Restablecimiento inmediato de las libertades democráticas y fin a toda la represión!
• Por la organización independiente de los trabajadores y el pueblo de Honduras en su lucha por los derechos democráticos y sociales”.
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