Libia: La abanderada de la Revolución
La Chispa N° 37
CIT en Argentina.
Libia, un país sin ríos, con mares de arena en el 95% de su superficie, lagunas de agua salada, temperaturas que superan los 50ºC en el desértico sur. Una superficie 5 veces mayor que la provincia de Buenos Aires solo poblado por 6.500.000 personas (de las cuales un millón y medio son trabajadores extranjeros). Viven un 90% en las ciudades, con un 40% de jóvenes menores de 18 años y una pobreza extrema. El agua que consumen es de pozos. Sin agricultura ni ganadería. Solo tienen grandes reservas de petróleo en el desierto, al sur del país, cuya explotación está hasta ahora, en manos de las multinacionales.
En esta geografía inhóspita gobernada desde 1969 por Muammar al Gaddafi tras un golpe de estado que fue sometiendo a la población a las mayores brutalidades de un dictador, se declaró desde entonces “Líder y guía de la revolución”. Así pasaron 42 años. Pocas semanas antes del comienzo de la rebelión popular, el líder supremo, depositó en bancos Ingleses 3.000.000.000 de libras esterlinas .El petróleo ha sido un gran negocio para él, su familia y los cómplices más cercanos.
El levantamiento popular tiene dimensiones épicas. No han reparado en sacrificios de todo tipo, que incluye sus vidas, para arrinconar a Gaddafi, liberando ya gran parte del país. Los crímenes contra la humanidad del dictador no tienen parangón: acorralado, ha decidido seguir masacrando a su pueblo con los tanques, la aviación, y el armamento que sigue llegando a su reducto de Trípoli al igual que sus mercenarios de países africanos con la complicidad de los países europeos.
Comités Vecinales, Consejo Nacional, organizaciones de los combatientes El poder nuevo, que viene de abajo Los miles de anónimos protagonistas de esta terrible y heroica lucha, tiene un objetivo: terminar con Gaddafi y unificar el país.
Enfrentamientos desiguales en armamento pero superiores en moral, en objetivos. No hay en Libia una “guerra civil” como afirman y repiten los políticos y el periodismo. El Libia hay un pueblo entero luchando contra la agresión militar de su sangriento ex dictador en las “10 de última”. Todos los gobiernos del mundo hablan de la “libertad”, “juran que están con los combatientes”, pero en el silencio de sus oficinas, sea en Nueva York, Paris, Bruselas o Berlín están de rodillas rogando a los dioses que el viejo socio atrapado en Trípoli tenga éxitos.
Obama, Merkel, Sarkozy, el grupo de los 20, los parásitos inútiles de “Naciones Unidas” y toda la comparsa viven el terror de los revolucionarios libios organizándose políticamente, organizando la resistencia pero también la vida en las ciudades, los servicios, los hospitales, el abastecimiento. Solo cuentan con la ayuda generosa pero muy escasa de Egipcios y Tunecinos que en las fronteras y en el territorio liberado levantan hospitales de campaña, llevan medicamentos, alimentos, agua etc.
El pueblo libio no solo combate militarmente al dictador, sino que organiza en forma independiente organismos del poder popular, se hace cargo del conjunto de la población. Hace muchas décadas que los trabajadores del mundo no vivíamos una revolución de semejante envergadura. Nadie ha demostrado nunca que los trabajadores no podamos organizar un régimen político basado en la democracia obrera, que junto a nuestros hermanos del mundo comencemos a construir una sociedad basada en la solidaridad, el reparto equitativo de las riquezas, con el objetivo de que las grandes mayorías disfruten de la vida.
Esta es la disputa en Libia y en todas las insurrecciones en marcha. Somos optimistas porque creemos que esta batalla está en curso.
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